martes, 30 de diciembre de 2014

Del golf y la vida...

Amo el golf, es un deporte noble y hermoso que se practica al aire libre en un entorno que estimula todos los sentidos. Sólo quien juega golf, sabe qué sabroso es el sonido de un golpe con el sweet spot del driver, o el de la bola al meterla en el hoyo con un putt de quince pies. El olor de la grama en la mañana cuando todavía el sol no ha evaporado las gotas de agua, el sabor del agua helada en los igloos que hay alrededor del campo, tomada en vasitos de papel, la textura de una bola de golf nueva (justo antes de que la botes al lago).

Una de las cosas que más me gusta de jugar golf, es que te permite conocer muy bien a la gente con la que juegas. En el golf, a diferencia de la mayoría de los deportes, tu eres el único responsable de como juegas, nadie más interviene, no hay árbitros, tu juego no depende de como el otro te tiró la pelota, o si había dos o tres tipos tratando de impedir que le pegaras a la bola, etc. Adicionalmente tu eres responsable de llevar tu puntaje, y si quieres hacer trampa y no contar todos tus golpes, queda en tu conciencia (los demás jugadores siempre se dan cuenta aunque a veces no te digan nada).

El golf puede sacar lo peor de las personas, y te permite entender cuales son sus valores en realidad. Si alguien es un tramposo que altera sus scores, seguramente hará trampa en muchos otros aspectos de su vida. Si es un patán que camina por tu línea de putt, o habla cuando vas a pegar tu drive, generalmente será también un patán a la hora de tratar a otras personas en cualquier entorno (personal, negocios, etc.). Te permite saber cómo se maneja una persona bajo presión: nada saca el cobre de alguien mejor que dos sapitos, un slice que termina en el agua y una caída en la trampa de arena.

El golf también te permite ver las cosas buenas de la gente. El hecho de que alguien arregle el divot que hace su bola cuando pica en el green, o que rastrille la arena después de pegar su bola en la trampa, te demuestra que es alguien que se hace responsable de sus actos. Alguien que cede el honor en el tee, o que cuando juega muy lento le cede el paso a un grupo más rápido que viene detrás, o te ayuda a buscar tu bola perdida, muy probablemente en su vida profesional y personal también será una persona que practica la cortesía.

Pero a mi juicio, el mejor indicador de la calidad humana de una persona es cómo trata a los niños que están aprendiendo. Me tocó vivirlo personalmente hace más de treinta y tantos años cuando jugaba con mi papá y sus amigos en Amador. Recuerdo a personas como Chicho Soto, Anel Calvo, el Dr. Massott, Norberto Navarro, Roberto Troncoso, José Pájaro, y muchos otros que nunca se impacientaron conmigo, y muchas veces me aconsejaban, me ayudaban a mejorar y a corregir mis errores. Y ahora lo vivo nuevamente con mis hijos: Una persona que le tiene paciencia a un niño que está aprendiendo a jugar golf, aunque pegue mal, aunque atrase el ritmo de juego, aunque a veces hable cuando debe hacer silencio, o camine por donde no debe, seguramente es una excelente persona.

Salud y mucho golf para el 2015!!!

miércoles, 8 de octubre de 2014

Estoy harto...

Lamentablemente los panameños nos hemos vuelto insensibles a la corrupción de quienes nos gobiernan, al punto en que consideramos aceptable que roben.  La gente dice: "sé que van a robar, pero que por lo menos hagan obras" o "todos roban, por lo menos estos repartieron".  ¿En serio? ¿eso es lo mejor que podemos esperar para nuestro país?

¿En qué momento perdimos el respeto por nosotros mismos, al punto de aceptar que nos mientan y nos roben descaradamente sin que ni siquiera nos moleste un poco?

¿En que punto decidimos que era mejor volver a darle nuestros votos a sinvergüenzas que a todas luces se enriquecieron con nuestros impuestos.  Cuántos diputados y representantes se reeligieron a pesar de ser acusados de actos de corrupción?  ¿Cuantas personas con antecedentes policiales, convictos de crímenes, etc. hemos elegido para que ocupen cargos públicos?  ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que se nombren funcionarios sin la preparación y experiencia adecuadas en puestos claves, sólo por que apoyaron a tal o cuál candidato en campaña?

Lamentablemente el sistema político panameño funciona de manera perversa, perpetuando el ciclo de corrupción: el que más plata roba tiene más para "invertir" en la campaña y más para comprar conciencias, por lo que es el que más probabilidades tiene de salir electo.

Los electores también somos culpables de aceptar limosnas a cambio de nuestros votos.  Qué baratos somos! a cambio de un televisor, un colchón, una bolsa de comida o una botella de licor, vendemos nuestra conciencia.  No hay vergüenza, no hay dignidad y no hay moral.  Se necesitaría de un gran cambio en el sistema político para blindarlo de los corruptos.  Lamentablemente a quienes están llamados a llevar a cabo estos cambios, es a quienes menos les interesa cambiarlo.  Les importa más el "¿Cómo Voy Yo?" o el "¿Qué hay pa' mi?" que el futuro del país y el bienestar de sus ciudadanos.

Ojo, el mal no es sólo de los políticos o de los empresarios corruptos.  Todos de una forma u otra tenemos parte de culpa, por acción o por omisión.  Aquí vemos entrar a un restaurante a un ex ministro que sabemos que fue un corrupto, y todo el mundo lo saluda con reverencia "Don Fulano".  Nadie lo señala.  No queremos perder la oportunidad de que algún día cuando vuelva a estar en el poder, nos tienda la mano con algún negocito interesante o algún nombramiento lucrativo.

Cada día estoy más cansado de la política, de todos los políticos y de todos los partidos.  Una y otra vez nos llenan de esperanzas y luego nos decepcionan.  Todos prometen ser los buenos, todos prometen acabar con las prácticas corruptas del pasado, todos prometen una nueva forma de hacer política, todos prometen llevar la justicia contra los antecesores hasta las últimas consecuencias, pero fuera de cámara, cuando las luces se apagan, se arropan todos bajo la misma manta y se hacen el amor cariñosamente.  El problema es que los que salimos fornicados somos los ciudadanos que pagamos impuestos.

Sé que hay algunos políticos decentes por ahí, en todos los gobiernos los ha habido, pero lamentablemente sus voces quedan acalladas por el ruido de los gritos de quienes compran y venden sus conciencias como prostitutas en un mercado persa.

Verdaderamente estoy harto...

sábado, 5 de julio de 2014

De barberías y peluqueras...

Para los hombres, el tema de cortarse el cabello resulta bastante simple, sin considerar que cuando se te ha caído una parte del cabello, la cosa se simplifica aún más.

Cuando era niño, me cortaba el cabello en la barbería Brasil 50, dónde hoy queda Domino's pizza frente al flamante paso a desnivel de calle 50.  Eran tiempos sencillos en los que uno se sentaba en una tablita que ponían sobre los brazos de la silla, mamá decía cómo te cortaban el cabello, y al final, con suerte te daban un caramelo.  En la medida que fui creciendo, me quitaron la tablita, y en vez de caramelos, me dejaban ojear una revista Playboy, obviamente mamá no iba en esas ocasiones.

Lamentablemente esa barbería cerró y tuve que buscar un nuevo lugar donde cortarme el cabello.  Pasé por varias barberías y hasta por un salón de belleza donde mi mamá me recomendó ir, pero no me parecía lógico pagar 10 dólares por cortarme el cabello (vamos por favor! estoy hablando de los ochentas!).  En otro lugar me cortaron el cabello y me trataron de vender unos productos maravillosos para el cabello, la chica muy convencida lanzó su argumento definitivo, que según ella debía convencerme: "Señor, es que estos productos contienen pH!!!".  Me tuve que contener para no darle un sermón sobre química, y explicarle que el pH es un indicador que mide la acidez o alcalinidad de una sustancia, y que todo tiene pH.  Seguramente me habría respondido: "Exacto, el producto tiene pH y eso es bueno para su cabello!!!"

Finalmente después de una meticulosa búsqueda, llegué a la barbería Vernaza, que estaba en el mismo edificio donde estaba la estafeta de correos de Avenida Balboa.   Era una de esas barberías que olía a barbería; una mezcla de olor a mentol, bay rum y desinfectante de pisos.  Con tres sillas de barbero de esas pesadas y poco aerodinámicas que resultan muy cómodas para el menester en cuestión.  No tenía el poste azul con rojo, pero tenía un letrero pintado con pincel en el vidrio.  En las paredes, además de la foto donde el Sr. Vernaza (ya fallecido en ese entonces) mostraba una frondosa cabellera negra y un muy voluminoso bigote, se apreciaban varias fotos de glorias deportivas del pasado, algunos políticos y un par de recortes de revistas.  Todas las fotos eran probablemente de antes de 1960.  Era un lugar donde los señores mayores se sentaban a quejarse todo el día y hablar de política: que si en los tiempos de Remón tal cosa, que Nino Chiari tal otra.  También hablaban de boxeo, hípica y de béisbol.  Yo dividía mi atención entre escuchar sus nostalgias, y leer Condorito o Playboy (por los artículos, claro está...).  El señor que me cortaba el cabello era un viejito, medio ciego y con algo de Parkinson, lo cual siempre era un poco preocupante cuando tenía una tijera puntiaguda a cinco milímetros de tu cabeza, o una cuchilla sumamente afilada pasando por encima de tu oreja.  Con todo y todo creo que nunca tuve una cortadura, ni un raspón.   Cabe destacar que ahí todavía cobraban cinco dólares por el corte, incluyendo poner loción aftershave en la cara, aunque uno no se afeitara.

Años después cuando cerraron la barbería Vernaza, tuve que volver a mi búsqueda, aunque ya con mucho menos cabello, así que me parecía un abuso que me quisieran cobrar más de cinco dólares.  En eso me fui a estudiar mi maestría y ahí, por supervivencia me tocó aprender a cortarme el cabello con máquina.  desde entonces nunca más me corté el cabello en una barbería o salón de belleza.  Claro que cortarse el cabello uno mismo tiene la desventaja de que siempre te quedan algunos pelitos sobre las orejas o en la nunca, pero es rápido (sobre todo cuando no tienes mucho cabello, como yo), es cómodo por que lo haces en la comodidad de tu casa, y te puedes dar un duchazo justo cuando terminas (odio la picazón que me causan los pelitos cortados que se me pegan en el cuello).

En estos días, decidí que para efectos de quedar con el cuello limpio, y sin cabellos sobresaliendo arriba de las orejas, me iba a cortar el cabello en una barbería / peluquería.  Mi esposa me recomendó un lugar "for men" y acepté ir.  Cuando llegué, me encontré con una gran colección de productos de belleza para hombres, en botellas negras muy sofisticadas.  Pregunté por un champú y la señora me dio una cifra que arruinaría el efecto del ahorro que voy a tener con el congelamiento de precios de la canasta básica.  Esto me escandalizó, ya que por años he aplicado la misma estrategia que Sam Walton utilizaba para comprar carros:  la botella más grande, que oliera rico y que tuviera el menor precio.

La decoración del lugar era sobria y moderna, y en las paredes había modelos masculinos con frondosas y brillantes cabelleras (malditos sean!!!), todos con musculaturas impresionantes y camisas que parecen diseñadas por el mismo sastre que diseñó los sweaters del equipo de fútbol de Uruguay.  Una señora muy amable me hizo pasar a un sillón de barbero ultramoderno, de cuero negro y estructura cromada.  Nada parecido a los sillones pintados de verde hospital y tapizados en vinilo color vino que recordaba.  Por ningún lado veía la tira de cuero para afilar navajas colgando a un lado de la silla.

La joven que me atendió era una muchacha muy amable, con atributos físicos bastante prominentes, los cuales por la naturaleza de su oficio, quedaban generalmente bastante cerca de mi cara.  La muchacha era muy conversadora, y me contó que se quería traer a su hermana desde su país, que había vivido en otros sitios, pero que le encantaba Panamá, por que los hombres somos muy atentos aquí.  Me contó también que había tenido su propia peluquería, pero que se peleó con el socio y que este la dejó en la calle.  Me contó otro montón de cosas, pero para ese momento yo estaba más ocupado, añorando las conversaciones de los jubilados disgustados en la barbería Vernaza.  Al final, me dijo que estaba listo y me dio su tarjeta por si quería cortarme el cabello por fuera.  Le agradecí y me dirigí a la caja.  Me dijeron cuánto debía, y le expliqué a la cajera que sólo me había cortado el cabello y que no quería llevarme la silla ultramoderna.  Me dijo que eso era sólo por el corte de cabello.  Mi cara de asombro debió ser tal que la joven sacó una tablita y me mostró donde decía que el corte de cabello de caballeros costaba lo que me estaban cobrando.

Por lo pronto, he decidido no volver a pisar ningún lugar de estos y seguir cortándome el cabello yo mismo en mi casa.  Con lo que me ahorro, puedo tolerar los cabellos que quedan sobre mis orejas, y los pelos que quedan a medio cortarse en la nuca, y tal vez, algún día pueda comprarme una de esas sillas de barbero que tanto añoro de mi infancia...

lunes, 30 de junio de 2014

Señor Presidente

Ante todo, quiero expresarle la alegría que me causa poderme referir a Usted con este título.  Soy uno de los muchos independientes que creyó y que cree que Usted tiene la capacidad, la voluntad y los valores necesarios para lograr una verdadera transformación de nuestro amado país.

Su mensaje de campaña nos dio esperanza a todos los panameños que todavía pensamos que un gobierno puede hacer obras sin robar, que se puede ayudar a los más necesitados sin convertirlos en siervos agradecidos y obedientes, que creemos en que las reglas del juego pueden ser claras e iguales para todos.  Muchos van a decir que soy un ingenuo y cosas peores, y tal vez tengan razón, pero prefiero mantener la esperanza, a caer en el cinismo de pensar que está bien robar, siempre y cuando se salpiquen las migajas del botín.

Señor Presidente, Usted tiene la oportunidad de mantener esa esperanza de los panameños.  En sus manos está la responsabilidad de demostrarnos, con su ejemplo y con cada uno de sus actos, que su campaña fue más que promesas electorales.  Los panameños nos merecemos el mejor gobierno posible.

Espero que cada día, cuando se despierte y de gracias a Dios por las bendiciones que ha recibido, piense en todos los panameños que cada día pasan penurias y sufrimiento.  Sé que su formación javeriana y el ejemplo de sus padres le han dado una gran sensibilidad ante el dolor ajeno.  Que Dios lo ilumine para que use esa sensibilidad a fin de mantenerse enfocado en su misión de hacer cada día a Panamá un mejor país, para beneficio de todos.

Lo felicito por el equipo de trabajo que ha conformado, conozco personalmente a unos cuantos.  A otros sólo por referencia, y otros simplemente no sé quienes son.  De los pocos que conozco personalmente solo tengo la más alta imagen por ser personas íntegras y con mucha capacidad.  De los demás sólo tengo las referencias de amigos y conocidos, que hasta ahora han sido positivas.  Pero tenga presente que a pesar de contar con el mejor de los equipos, a veces las cosas saldrán mal, y Usted o ellos van a cometer errores.  Y cuando así sea, aquí estaremos muchos, listos para señalarlos.  No es un crimen equivocarse, el crimen está en no enmendar los errores que se cometan.

Si me permite el atrevimiento de ofrecerle un consejo: mantenga el contacto con la realidad.  Pero no con la realidad del Palacio de Las Garzas, o la del Consejo de Ministros, o la de la Asamblea Legislativa, o la de sus asesores y allegados, sino con quienes cuyo trabajo o su prestigio, no dependan de rendirle cuentas a Ud. como jefe.  No dudo de la capacidad de estos, ni de sus mejores intenciones, pero tienen el conflicto de interés de ser parte de su equipo. 

Trate de mantenerse en contacto con el panameño de a pie, con el que sale todos los días a trabajar para buscar un futuro mejor para el y su familia, con los que usan el transporte público, y que se despiertan a las cuatro de la mañana para llegar a su trabajo a las ocho, con los que esperan meses por una cita médica y se les hace demasiado tarde, con los jóvenes que no consiguen trabajo por que el sistema educativo no les ha dado las herramientas que realmente necesitan, con los empresarios que tienen que lidiar con trabas burocráticas a diario, con los sindicalistas para quienes todo está mal pero que tienen el derecho a ser escuchados, con los agricultores que necesitan apoyo para ser más eficientes y competitivos, con los estudiantes que tienen que ir a escuelas deterioradas, con maestros aún más deteriorados, con los pobres que no saben de dónde saldrá su próxima comida, con los que sólo reciben agua un par de veces a la semana, con los copartidarios que lo apoyan, y con los opositores que lo adversan.  Le aseguro que de todos estos contactos van a salir maravillosos consejos, así como fuertes, pero sinceras críticas. 

Manténgase también en contacto con sus raíces y con sus amigos, pero no los que surgen de la política o de los negocios, sino con aquellos que ya lo eran cuando Juan Carlos Varela, todavía no era Juan Carlos Varela.  Seguramente estos nunca van a tener miedo de decirle honestamente lo que piensan.


Como panameño, le pido con respeto pero con firmeza, que nos llene de orgullo, y que no nos defraude, pues las expectativas que tenemos de Usted son enormes, y de no cumplirlas, de ese mismo tamaño será también la decepción que nos llevaremos.

Que Dios lo guíe e ilumine!